Padeciste, padre, la desdicha ayer
de acabar tu vida en sufrimiento
la mirada gritando algún lamento
lamento muy difícil de entender.
Y perdiste el recuerdo de tus hijas
acabaste la historia del pasado,
rectitud o camino equivocado
se borró de tu mente, entre rendijas.
Y ocho años duró aquella tortura;
pero yo conocía tus sentimientos
dentro de ti permanecía cordura.
Tu mirada reflejaba que sentías,
las lágrimas brotaban de tus ojos.
Tú, con tu Alma intacta, lo decías.